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Son tiempos confusos, por Andrés Miquilena.


Son tiempos confusos.

Desenfocados, dolorosos. Tiempos de incertidumbre. De no saber que hacer con ésta historia, con estos momentos. De no hallarle lugar al café, de espacios vacíos, sillas desocupadas.

De una buena conversa. De filosofar con las paredes, los muros, con los peroles de la cocina, o quizá con los muebles de la alcoba. De batallar contra la calma, y el tiempo. Tiempos de frío, de meditar oprimido. Oprimido por las ganas de huir. Tiempos de todo, menos de escribir. Tiempos de mucho café caliente, y de esperar, paciente, mientras escribimos unas líneas, para tomarlo luego, tomarlo frío. De pecho, así. Como una forma de protesta, inútil, como todas. Levantarnos en armas contra lo cotidiano. Tomar el lápiz. Y escribir cualquier cantidad de falacias.

¿Por qué?

Porque sí. Porque así somos los escribidores.

Escribimos como una respuesta a la calma. Para provocar desastres en nosotros mismos. Bochinche, ruido. Porque la calma nunca es un argumento. El silencio es un atropello a nuestra sangre. Un insulto a nuestra desobediencia. Queremos seguir gritando.

Y mientras escribimos, aunque no lo parezca, nos construimos. Vamos haciendo muros a nuestro alrededor. Y empeoramos. Aprendemos a valorar nuestros errores, y amamos cada desfachatez que se nos ocurra escribir. Como una mancha, un trazo amorfo. Porque las formas también son una manera de oprimirnos. Yo escribo como yo. Sin pena alguna. Me gusta. Amo escribir lo que tú probablemente no amas leer.

Y vivo leyéndome a mí mismo. En éste anonimato. Firmando de mil maneras diferentes sin que nadie me acuse de no ser yo. Sin que alguien dude de mí. Y yo, mientras, dudando de todos.

28/05/2020

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